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JORNADAS DEL MISTERIO DE ZAMORA

Desde la organización de las 1ªs Jornadas del Misterio de Zamora os deseamos un excelente comienzo de semana, con votos de mucha salud. En tiempos de pantallas de teléfonos móviles, donde las redes sociales se han vuelto el medio más cómodo de relacionarse y (des)informarse y nos han secuestrado la capacidad de pensar y de conocernos a nosotros mismos, nace la idea de organizar unas jornadas informativas, enfocadas al misterio en todas sus vertientes.  Esoterismo, espiritualidad y ufología serán algunos de los temas a abordar en las 1ªs Jornadas del Misterio de Zamora, que tendrán lugar en el Salón Granados del Hotel Alda Zamora, los próximos días 23 y 24 de Mayo. Divididas en dos partes, el viernes 23 de Mayo, de 18.30 a 21 horas se promoverá una mesa redonda abierta al público en general, intercambiando ideas e inquietudes con la mayoría de los ponentes. El sábado 24 de Mayo será el turno de las conferencias, desde las 10 de la mañana y hasta las 20.45 de la noche, donde David Cu...

EL SEÑOR GERMANSINDO. UNA BONITA HISTORIA EN UNA ALDEA PORTUGUESA


 EL SEÑOR GERMANSINDO

Los países se distinguen por su idioma, por su historia, por sus monumentos, por sus paisajes, y también por el carácter de sus gentes. Las personas por otras muchas cosas, entre ellas: por sus silencios o por sus palabras.

La persona de la que voy hablar representa la culminación de Portugal, porque ellas están vivas y las cosas, aunque las veamos, pertenecen a la mente al necesitar compararlas, estudiarlas, o simplemente recordarlas. 

El señor Germansindo vivía en una pequeña moradía, -que así se llaman las casas en Portugal o al menos es una de la formas de llamarlas-, en una aldea cercana a un lago aledaño al mar, adonde se había trasladado hacía un año después de la muerte de su esposa, más por no estar solo que para que lo cuidaran su hijo o su nuera, aunque a pesar de tener casi noventa años, apenas molestaba.

Lo conocí sentado afuera, junto a un par de gatos, en un banco largo, de madera -uno portugués, o sea práctico y por tanto: cómodo, rustico e intemporal, porque parecía estar desde siempre, incluso desde antes de las casas- bajo la sombra de una higuera, que según tengo entendido, la plantaron los pájaros. Era un hombre enjuto, firme de aspecto y franco de rostro, aunque los hombres de su edad, o al menos una parte de ellos, parecen tener uno común, como sus ojos, aunque los de él transmitían una serenidad especial. 

Me presenté con mi nombre en español, y él me respondió con el suyo en portugués: Germansindo. Un nombre sonoro por la g, que en ese idioma se pronuncia casi como che. Uno de esos nombres llamativos de los que tanto gusto al traerme el recuerdo de las rarezas ultramarinas de ese país mágico que empecé a amar al escucharlas de niño para acercarme a la globalidad real: la de un chino de Macao con la boina de un campesino del Alentejo; la de un indio de Goa; la de un portugués blanco o negro de Mozambique o de Angola; la de un Cabo Verdiano, que no se consideran ni europeos ni africanos, porque cuando los portugueses llegaron la isla se encontraba deshabitada; la de un brasileño a la vez tan distante y tan próximo, al amar más a la cultura lusa que a Portugal; y la de tantos y tantos otros que veo mezclados en Belem o en Alfama, portugueses todos. 

A partir de ahí, le hablé poco y él me respondió menos; lo hacía su silencio, su mirada sosegada, su paz; y al poco, el banco, el árbol la sombra, los gatos, la claridad en la fachada blanca; él y yo, éramos lo mismo. 



JMC

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