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DE DIOS, DEL HOMBRE, DE LAS MÁQUINAS




 

DE DIOS, DEL HOMBRE, DE LA MAQUINAS

Al caer en la cuenta de que las maquinas son capaces de realizar acciones que nosotros no somos capaces de llevar a cabo, lo cual pondría  en evidencia que lo creado puede superar a su creador, recordé el pasaje del Génesis sobre la Torre de Babel, -para mi recurrente al tratarse del primer tratado de psicología que se conoce-, donde se hace referencia simbólica a la creación de los idiomas: Cuando viajaron de oriente hallaron un valle donde se encontraban restos de la sabiduría de los antiguos que permanecía allí de los hijos del Diluvio, y a través de ella intentaron realizar actos en contra de lo Alto, y pronunciaban con sus bocas todo tipo de hechicerías y juramentos malignos e hicieron su obra. Y he aquí que son un pueblo con un mismo idioma y una misma voluntad, y nada los retraerá de lo que tengan pensado hacer. Descendamos entonces y confundamos sus lenguas, y así no compartirán la misma voluntad y no podrán prevalecer sobre lo alto. Este pasaje nos muestra que el idioma influye en el pensamiento, este en la voluntad, y que una voluntad compartida puede prevalecer sobre ámbitos superiores; según se interprete, sobre dios o sobre la naturaleza.  

Sin embargo, las maquinas no las crea el hombre, sino los hombres, o mejor dicho su “pensamiento acumulado” a través de los siglos, el cual se convierte en un “idioma en sí mismo” como expresión de una determina “estructura mental” que va conformando nuestras neuronas,  y con ella nuestra visión del mundo al que transforma, provocando a su vez una nueva configuración, que impulsa la transformación, otra visión, y así sucesivamente. 

La “estructura mental” de los seres humanos se aparta de las demás, al funcionar de forma independiente a la “estructura física”, porque esta, no puede, por ejemplo, volar o vivir debajo del mar y la mental si mediante la creación de objetos o la transformación de todo cuenta le rodea. Sin embargo, en el mundo animal ambas estructuras se encuentran en armonía porque por ejemplo, un perro, ni quiere volar ni sumergirse bajo el mar porque su configuración física se lo impide y tampoco lo necesita, al contrario que los humanos, donde ambas estructuras difieren. 

Las maquinas superan al individuo, pero no a la sociedad, porque el hombre en sí mismo solo es, por el momento, el soporte físico de la estructura mental colectiva. Pero esta, al diferir de la estructura física, precisa de otro soporte que se adecue a su “voluntad”, a sus deseos insatisfechos, en esencia a la inmortal, cuya culminación la asumirán “las maquinas”, pero solo en su parte física, porque no disponen ni de deseos ni de voluntad. 


JMC

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