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LA REBELIÓN DE LAS MASAS POR J.M.C.
LA REBELIÓN DE LAS MASAS
Esta famosa obra escrita hace de más ochenta años por el genial filosofo-sociólogo Ortega y Gasset, nunca ha estado más vigente que en la actualidad.
De ella puede decirse que se adelantó a su tiempo, o que su tiempo sigue siendo más o menos el de ahora en lo esencial, y también, que en ella percibí cuando siendo todavía un niño la leí, un halito de desprecio hacia el pueblo de parte de alguien que no podía comprenderlo en la medida que nadie puede entender lo que no siente, ni sentir algo que no experimentó. Una teoría en la que casi estoy de acuerdo con los psicólogos.
Pues bien, yo que vengo del pueblo pero no lo soy aunque me hubiera gustado serlo, que fui marino muchos años llevando al extremo esa realidad de ser y no ser al mismo tiempo de la tierra ni del mar, puede contemplar el desarrollo de las cosas desde afuera, como alguien que las mira desde un tendido o desde una barrera.
Desde esa atalaya, en una época en la que se tenía más futuro que presente, puede observar el acercamiento paulatino al disfrute de bienes materiales de las personas de tierra con las que durante mis periodos de descanso tenía la oportunidad de convivir.
Hoy ese disfrute, ya posible, tangible, vivible, aunque solo lo sea para algunos, o algunas o pocas veces para muchos, es una consecuencia de la rebelión del pueblo, que no fue, pero que reproduce haciéndola presente esa otra de las masas a la que se refería el filósofo.
Mientras, como resultado de esa “rebelión” limitada ligada al concepto de la imagen de las cosas que son y no son a la vez, solo queda de la real el predominio en lo social de la llamada cultura de masas, de un pueblo que no ha podido desarrollar todo su potencial al haber quedado reducido a la búsqueda del placer material, y a quien el poder, el verdadero poder, que él no detenta, le ha dejado solo eso, la apariencia grotesca del dominio de lo que se ve.
A su vez este fenómeno aparece unido a otros: al de la búsqueda del presente, o dicho de otra forma, del momento, que para mí tiene que ver con la pérdida del futuro ante la imposibilidad de establecer ningún dominio sobre él; al protagonismo de los comportamientos femeninos, que no debe confundirse con el protagonismo de lo femenino (que constituye la esencia mientras el primero es solo la imagen), por ser propio de este la relación con el presente, mientras que lo masculino tiende al futuro; al predominio de lo banal como resultado de la conversión de todo en su imagen, que llega a confundirnos hasta el punto de hacernos creer que nuestro abandono de lo esencial se debe a una postura vital, cuando solo se trata de ignorancia u olvido ante su imposibilidad; a una sociedad objetisada como resultado final del apego a lo material; y finalmente, aunque podría enumerar más efectos, al desasosiego permanente, porque alguien nos hizo creer que la felicidad en vez de la ausencia de dolor o de la capacidad de soportarlo, consiste en algo que debemos alcanzar.
JMC
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