Son muchas las familias que cuando los hijos se quedan huérfanos, sienten la pena de la pérdida de los padres, pero también la ausencia de los valores que ellos les inculcaron
Desde estas líneas hago una llamada a la vuelta a la concordia. Los hijos tienen que ser transmisores de unidad y no de rivalidad. Los padres desearían, que por encima de todos los bienes materiales que les pudieran dejar en herencia, recordaran el esfuerzo, la ilusión y los sinsabores que tuvieron que pasar para que las siguientes generaciones disfrutaran una vida más cómoda y fácil.
Honrar a los padres fallecidos es el mejor ejemplo que se les puede enseñar a los hijos. Los bienes materiales, son eso, materiales y fugaces, pero los valores como: la gratitud, el respeto, la solidaridad, la honestidad y la unidad son el bálsamo que se necesita para ayudar a cicatrizar las heridas que se producen cuando por encima del amor se instalan: el odio, el rencor y la envidia entre los hermanos. Estos fuertes sentimientos no solo destruyen familias, lo peor es que generan enfermedades en el cuerpo y en el alma.
Nunca es tarde para regenerar las cicatrices con un acto de perdón y que se queden como un recuerdo pasajero de un tiempo difícil. Hay que dejar que el agua lave el dolor para vivir con paz en el corazón.
Nati Cabezas
Me identifico plenamente con el artículo.
ResponderEliminarNo puedo entender que algo tan simple como lo material, pueda estar por encima de todos los valores que nos han enseñado con todo el enorme esfuerzo, cariño, sacrificio, etc, que nuestros padres hicieron por vernos felices y unidos.
En esta vida vinimos sin nada y nos iremos sin nada, por ello lo importante de este viaje es, ser felices y hacer felices a los demás, porque esa semilla que dejemos plantada, será el fruto que cosecharán los que vengan detrás nuestro...
Así que si queremos ver felices a nuestros descendientes, hay que sembrar FELICIDAD